cafeteria

“No quiero que la IA sepa de mí” (spoiler: ya lo sabe)

El otro día me encontré en Madrid con un amigo de esos que tienen cara de no dormir más de tres horas al día. Dueño de una empresa de seguridad privada. Lo conozco desde hace años. Es de los que no usan Alexa porque “lo está escuchando”, y tapa la cámara del portátil con un post-it. Eso si… estábamos en una cafetería enfrente de la puerta de Alcalá, estos lugares para ver y ser visto.

Tomamos un café —bueno, él un té, porque dice que la cafeína lo pone nervioso, cosa curiosa viniendo de un tipo que entrena a su equipo con ejercicios de tiro y defensa personal— y empezamos a hablar de Inteligencia Artificial.

Y me suelta esta joya:

—Mira, yo no uso ChatGPT ni esas cosas. Me da miedo que se queden con mis datos. Luego andan por ahí, en manos de quién sabe quién…

Me lo dijo en serio, con la misma certeza que tenía yo de que su té era algo intomable.

Y no lo juzgo. Lo entiendo. Mucha gente piensa lo mismo.

Pero hay un pequeño detalle: tus datos YA están en manos de terceros.
Sí. Ya. Desde hace años. Y no porque uses IA. Sino porque tienes un smartphone, un correo de Gmail, visitas páginas web, ves videos en YouTube, haces scroll infinito en Instagram y alguna vez aceptaste cookies sin leer nada.

  • Google sabe dónde estuviste anoche (y no, no se lo va a contar a tu pareja).
  • Amazon sabe lo que compras antes de que tú lo sepas.
  • Facebook sabe con quién hablas más, con quién menos y hasta quién te cae gordo aunque no lo digas.
  • Y Apple… bueno, Apple sabe lo que piensas mientras duermes (o casi).

¿Y qué hacen con eso?

Pues no te mandan sicarios.
Te mandan anuncios.
No te chantajean.
Te sugieren restaurantes.
No te espían para arruinarte.
Te quieren vender más cosas que te gusten.

¿Es esto bueno o malo?

Depende. Pero lo que es seguro, es que ya sucede.

Entonces, ¿por qué tanta resistencia a usar herramientas como la IA para tu negocio?
¿Por qué miedo de que “alguien” sepa que vendes tornillos, o que tienes 12 empleados y pagas la luz tarde?

Lo chistoso es que la mayoría de las empresas podrían estar aprovechando esos datos que ya circulan por el mundo para ser más eficientes, entender mejor a sus clientes, automatizar procesos pesados y vender más.
Pero no lo hacen. Porque “da miedo”.

Lo mismo pasa con los correos.
Hay gente que me dice: “Es que yo no quiero que mis correos pasen por ChatGPT”.
Y se los manda por Gmail, donde ya pasan por filtros, algoritmos, y bots que analizan hasta cuántas veces pones «Saludos cordiales».

A ver, que no te estoy diciendo que regales tu privacidad.
Te estoy diciendo que no te engañes pensando que la estás protegiendo solo por no usar IA.

La verdadera decisión no es entre “comparto o no comparto”.
La decisión es entre:
¿aprovecho lo que ya existe para crecer?
¿O sigo creyendo que si no lo veo, no está pasando?

Ese día, mi amigo terminó el té (que parecía más bien agua caliente con pasto) y me dijo:

—Bueno, igual lo voy a pensar. Pero si de pronto veo que me llegan anuncios de alarmas para casas en la zona donde vivo, ya sabré por qué.

Yo me reí.

Porque eso no fue por ChatGPT.
Eso fue por ese GPS que lleva en el bolsillo todo el día, al que llama cariñosamente “mi iPhone”.

Comments are closed.